sábado, 18 de diciembre de 2010

La Navidad

La Navidad

Puto anuncio de turrón, cuando no tienes casa a la que volver, ni nadie que te espere donde vives.
Fechas de frustración, cuando no tienes nada para poder regalar.
En un tiempo pensaba, que aunque sólo fuera por unos días era bueno que la gente se mirara con cariño. Pero la mentira nunca es buena. La falsedad nunca es buena.
De que sirve lo que hacéis de bueno estos días, si es que hacéis algo, si el resto del año sois: “Una mierda pincha’ en un palo”. Os sirve para lavar vuestra conciencia, ya lo sé. Os hace sentiros seres humanos.
Aquel del que celebráis el nacimiento no os importa nada. Que lejos estáis de su mensaje.
Él entre otras cosas dijo: “He venido a cambiar la ley”.  La ley que quería cambiar era la del ojo por ojo y diente por diente.  La ley del Talión. Y como bien sabéis, aquí no ha cambiado nada. Dos mil años han pasado y estamos más atrás que entonces. Si me saludan, yo saludo. Si me invitan, yo invito. Si me pegan, yo pego. Esa es la ley con la que funcionamos.
Él dijo: “Tenéis que dar un paso más y miraros con amor. Comprended que es la ignorancia la que levanta la mano del hermano contra el hermano. Comprended que es el miedo el que hace obrar  al hombre contra el hombre. Vivid desde el conocimiento y la compresión. Así, sólo así, podréis poner la otra mejilla y sentiros felices. Ved a los demás como os veis a vosotros mismos. Seres que van dando palos de ciego, ignorantes y temerosos. Si los veis así, os daréis cuenta que lo humano y natural es compadecernos y amarnos”.
La energía que nos mueve a todos es la misma. Ella es la que nos hace hermanos. Hermanos de los hombres, de los animales, de los vegetales, de los minerales y de todo el universo.
Que putas fiestas y que maravilloso mensaje.

Toni Carrión

La Higuera, la Morera y el Almendro

La Higuera, la Morera y el Almendro



Eran árboles enormes. La Higuera era grande como un castillo, sus ramas caían hasta el suelo y dentro de ella había muchísimo sitio, hasta para correr sin tropezar.  Podías subir por las ramas hasta llegar a la copa. Siempre acababas manchado por la leche blanquinosa que corre por sus venas y brota apenas se rompe una rama o una  hoja. Aquella Higuera era un camión, un barco, un avión y mil cosas más, y un submarino. Todos los niños de mi pequeño poblado no éramos suficientes para llenar todas sus ramas. Siempre quedaba una libre a la cual poder ir. Cuando tenía fruto todos merendábamos de ella, y cuando los higos caían al suelo, era un triunfo no llevar las sandalias y los pies llenos de zumo rojizo.
Conque cariño la recuerdo. Me gustaría acariciar su inmenso tronco. Darle besos y decirle que gracias, muchas gracias por haber acogido mi infancia. Por haberme protegido y por haberme ocultado cuando no quería que nadie me viera llorar.




La Higuera llena de higos
Está camino a la escuela
Cuando pasan los niños
Allí cuelgan sus carteras
Se meten entre  sus ramas
Creyendo que son piratas
Que van del mar hacia tierra
Con espadas de baladre
Pantalón corto y tirantes
Desafiando, con sonrisas
Al mundo de los gigantes.



La Morera no era tan grande. Pero era grande, muy grande. Estaba a unos cuarenta metros de la majestuosa Higuera. Ladera arriba. La carretera pasaba justo al lado del tronco y por debajo de sus ramas. En invierno sus ramas eran dedos que bailaban queriendo pinchar o coger algo que se le escapaba.
Yo tendría cinco años. Aquella tarde de enero me había quedado solo en el bar o teleclub. Allí estaba la única tele del poblado. Cuando termino Rin-tin-tín ya había oscurecido y hasta mi casa había un kilómetro de carretera. Estaba alumbrada por postes con una bombilla cada cien metros más o menos. Hacía frío, serían las siete de la tarde, ya todo oscuro. El camino primero pasaba por el garaje y allí habían llevado los cuerpos destrozados de las personas que murieron cuando el autobús de línea tuvo un accidente y cayó al barranco. Ese era un punto de pasar corriendo, pues entre los niños decíamos que allí estaban los fantasmas de los muertos. Pasé por la puerta del garaje corriendo a toda velocidad. Luego pasé la casa del médico, tenía luz y eso me tranquilizó. Después, un poste de luz y luego monte, pasas el zarzal, trescientos metros más, el poblado y mi casa. Algunos postes tenían fundida la bombilla o estaba rota de alguna pedrada.
Estaba ya llegando al zarzal, al otro lado de la carretera en frente de aquella soga enredada y llena de dientes  estaba La Morera. El Zarzal me daba miedo y fui acercándome hacia ella. Estaba casi debajo de sus ramas, cuando en su tronco apareció un enorme ojo, una nariz y una boca. Me quería agarrar con sus largas ramas. Me aparte hacia la zarza y corrí. Corrí como un descosido llamando a gritos a mi padre.
A partir de entonces, nunca más pasé solo de noche cerca de aquella morera. No iba allí ni a coger hojas para los gusanos de ceda.
Hoy me gustaría pasar una noche junto ella, oírle contar sus historias. Hablarle del susto que me dio y de que con ella tuve una alucinación.

El invierno se ha llevado
Las hojas de La Morera
Una grieta en su tronco
Parece una boca abierta
La imaginación a un niño
Le hace sentirse la presa
De aquellas garras de rama
Con los dientes de madera.

Eres un hermoso árbol
De tus hojas se hace seda
No te reprocho aquel miedo
Que pasé en la carretera.


El almendro. Ya he escrito otras veces sobre ti. ¡Me gustaba tanto verte! Tú y las hogueras de San Antón eráis lo más bonito del invierno. Lo que más me gustaba que llegara después de la navidad.
De repente una mañana, sobre finales de enero, con el camino blanco escarchado, tu aparecías lleno de flores blancas, repleto. Tú también eras enorme y tus ramas cubrían todo el ancho del camino a la escuela. No voy a hablar de todo lo que con el paso de los años he extrapolado  de tu vida a la mía. Ni de la gran lección que año tras año das a los hombres.
Hoy solo te quiero ver con los ojos del niño que metido en la bufanda iba a la escuela.
Poco a poco se iba llenando el camino de tus flores. Formándose una alfombra blanca por la que correr, revolcarse y patear. Entre las flores que se levantaban del suelo y las que caían de ti, era mágico girar y girar con los brazos abiertos viéndote a ti y al cielo. Casi nunca dabas almendras. Mi padre me decía que era porque tus flores salían muy pronto, y luego con el frío se morían. Tu imagen ha ido acompañando toda mi vida, y más de una vida he escrito el deseo de mi corazón de ser como tú. El deseo de que los fracasos no me impidan volver a dar toda mi flor.

En enero, si hay un poquito de sol
El Almendro, presuroso
Se engalana con su flor.

No le importa si hace frío,
Ni lo que ese año pasó
Él responde, como siempre,
En cuanto siente calor
Camino blanco de escarcha
Cielo hecho de flores blancas
A ti Almendro, también
Quiero decir: Que te quiero.



Toni Carrión

lunes, 13 de diciembre de 2010

Maruxa y Xoxé ... o la continuación escondida de El Cruceiro

Maruxa y  Xoxé



La niebla se lo dijo al lobo. El lobo lo aúllo a la zorra. La zorra se lo ladró al búho.  El búho a su vez se lo cantó al cuervo. Y el cuervo se lo graznó a la chimenea. Luego pasó de la chimenea a la hoguera, de la hoguera a la silla y de la silla pasó a la bruja. La Maruxa, como era conocida en su aldea, abrió grandes ojos al oír la noticia.  “No puede ser” empezó a repetirse una y otra vez, “no puede ser”.

Quitándose el mandil se dirigió a la alacena de donde saco un velón rojo que encendió murmurando una vieja letanía. Lo plantó en el centro de la estancia. Puso su pañuelo negro en la cabeza. Calzó sus zuecos y se lanzó a la calle. A pesar de los años el caminar de la anciana era ágil. Rápidamente llegó hasta la abierta puerta del cementerio. Lo cruzó hasta llegar a la parte trasera de la ermita. Se paró ante un mausoleo bien cuidado. De dueños con dinero.

Maruxa, después de pasar varios minutos giró sobre sus talones. Ahora los movimientos eran cansados,  lentos y dolorosos. Volvió a cruzar el camposanto, y ya en la puerta, encontró a Xoxé, que llegaba con la lengua fuera.  Apenas un metro entre ambos los separaba. Xoxé con la mirada preguntaba, y Maruxa, con la mirada respondía.

Xoxé cogió la vieja mano,  y casi llorando dijo:
-          Maruxa, dime que no es verdad lo que cuenta la niebla. 
Maruxa correspondió y cogió las dos viejas manos del viejo Xoxé.
-          Si que lo es. Es verdad. La sombra negra está de nuevo en los caminos y en el bosque.
No se cruzó ninguna palabra más entre ellos. Maruxa se apoyaba en Xoxé de retorno hacia su casa. Los dos entraron. Se sirvieron dos copas de orujo. El fuego líquido bajó por sus pechos calentando los ánimos de los ancianos.
-          Tenemos que volver a hacerlo  Xoxé.
-          Lo sé   - dijo él.
-          Maruxa me pregunto: ¿podremos hacerlo otra vez?
-          No lo sé, Xoxé, pero lo intentaremos.
-          Estamos ya viejos mujer.
-          Lo sé, también, eso, lo sé.
Xoxé se lleno otro vaso y dijo:
-          Voy a tocar las campanas. Primero tocaré a difuntos y luego a fuego. Así lo haré una y otra vez. Los paisanos deben saber lo que está pasando. Que se queden en sus casas de noche. Que atranquen ventanas, chimeneas y puertas.
Maruxa, asentía con la cabeza mientras imaginaba a sus amigos y vecinos aterrorizados por el mensaje que salía del campanario.
Xoxé salió rumbo a la ermita, y Maruxa, quedó pensando en otro tiempo.
Hacia ya cuarenta y tres años cuando los dos se amaban con locura. Antes de que las circunstancias malditas separaran sus vidas. Los dos se habían prometido amor eterno, pero el fatídico destino les hizo vivir vidas separadas. Los dos sabían que nunca se habían dejado de amar, y que aunque hubieran sentido otros amores, ninguno se le podía comparar.
La tarde empezó a oscurecer. La aldea, se llenaba de golpes de puertas y ventanas que se cerraban. Xoxé entro en casa de Maruxa, la cogió de las manos y le preguntó:
-          ¿Me amas como entonces?
-          Si.  – dijo temblorosa la anciana.
-          ¿Y tú, me amas como entonces? 
-          Si. – dijo Xoxé mientras se abrazaba a ella después de cuarenta y tres años de espera.
-          Maruxa, sólo con amor lo podemos hacer.
-          Lo sé, Xoxé, siempre supe que llegaría el día que nos volveríamos a unir. Aunque nunca pensé que fueran estas las circunstancias.
Ya había oscurecido del todo. La noche presagiaba el espanto. La pareja cogida de las manos, salió de la casa de bloques de piedra. Atravesaron la aldea camino del bosque. Los zuecos sonaban al chocar sobre los adoquines. Desde alguna casa, a través de las puertas, oían a sus vecinos deseándoles bendiciones.
Habían dejado atrás la aldea y delante tenían la noche, oscura y mágica. La niebla bajaba de la montaña, rápida, como si deseara que nadie viera lo que iba a ocurrir.
Ya la niebla los envolvía y los mojaba. Sus manos se apretaban con fuerza y a veces uno, o a veces el otro, se preguntaban si aún se amaban como entonces. Ambos respondían que más, mucho más que antes. Sus manos se apretaban tanto, que empezaban a enrojecer. Empezaron a  calentarse y el calor subió por sus brazos y recorrió sus cuerpos. Los cuerpos estaban al rojo vivo y seguían aumentando de temperatura hasta llegar al blanco fuego.
Eran dos bolas de fuego luminosas, en medio del bosque. 
Disipando cualquier sombra oscura.


Toni Carrión

martes, 7 de diciembre de 2010

El Cruceiro

El Cruceiro



La noche fue extendiéndose sobre el valle. Poco a poco dejaron de verse los sembrados y las vides. Luna nueva, noche cerrada.

Todo entraba dentro de lo previsto. Tres hombres cogieron los sacos, se colgaron las escopetas y estrecharon las cananas. No se miraban, no se hablaban, apenas se conocían.

Uno era falso, adulador y listo. Utilizaba lo que sabía de la forma más ruin. Convencía con buenas palabras para traicionar después por la espalda. Era un cobarde hipócrita.

Otro era honesto, asumía sus actos. Procuraba hacer las cosas bien. Era creyente y confiaba en su dios, él no lo abandonaría nunca.

El tercero era un hombre, sin ataduras, partidario de vivir el presente. "Aquí y ahora" era su lema. Nada que recordar. Nada que soñar.

En fila india el trío fue internándose en el monte. Primero iba el honesto, después el falso, y por último, el vividor. No sabían que transportaban en los sacos, de unos treinta kilos que llevaban. Sabían que iban a obtener dinero, bastante dinero. Cuando estuvieran al otro lado, harían el cambio, ellos darían los fardos y recibirían su paga.

Llegaron al cruceiro donde estaban citados. El honesto se santiguo, el falso se río de espaldas a la cruz. El vividor se sentó en el pedestal. Debían estar ya los receptores allí. Esperándoles. 

Media hora pasaba cuando llego hasta ellos una voz de anciana que saludaba en su lengua materna:
- "Boas noites".  Los tres tiraron mano a las escopetas.
El vividor, contestó:
- "Boas noites".

Una forma oscura, se acercaba suspendida en el aire. El falso descargó los dos tiros de su escopeta, el honesto se arrodilló y el vividor dio dos pasos hacia atrás.

La forma humana con voz de anciana llego hasta ellos. Los disparos la habían atravesado sin dañarla. Se paro delante del falso y en el más perfecto castellano le dijo:
-         "Nunca te separarás más de treinta pasos del cruceiro, lo mantendrás limpio, comerás hierba y raíces y beberás la lluvia o el rocío. Si te alejas un paso más dos disparos te matarán.

El honesto y creyente oía y rezaba arrodillado. La forma oscura se plantó ante él. Sin tocarlo lo puso en pie. Le dijo:
-         "Abre el saco".
Obedeció mientras decía:
-"Yo no sé que hay".
La voz continúo:
-"Vacíalo en el pedestal y vuelve a tu casa. El día que mueras sabrás que llevabas en el saco. Nunca más toques un arma con las manos."
El honesto se sintió aliviado, parecía que su fe le había salvado. Tropezando por el monte fue alejándose. Después de andar un rato largo se dio cuenta de que llevaba la escopeta cruzada en su espalda. La cogió para tirarla, y la lanzó contra el aire. Al tocar tierra se disparó, llevaba el seguro quitado, con la mala suerte de que el cañón hiciera recta con su pecho. Antes de morir, vio que llevaba la muerte en el saco. 

La voz se dirigió al "Aquí ahora":
-         "Tu presente es mi pasado. Tu ahora es mi antes. Tu futuro es mi presente. Tu mañana es mi hoy. Tú lo puedes retrasar, pero no evitar". 

Luego, flotando, como había llegado se perdió en la noche galaica de meigas y conxuros.

El hombre no entendió nada de lo que le quisiera decir. Ni se preocupó mucho. Cogió el fardo y se alejó del cruceiro para seguir esperando. Tenía los tres sacos, el del condenado, el vaciado y el suyo. Sacaría una pasta gansa. Amaneció, y nadie llego. 

El falso hacía un círculo de treinta pasos de radio. El vividor, fue a recoger los otros dos fardos, relleno el vaciado. Los dos hombres, se miraron con odio.
-         "Tú no lo necesitas, me lo llevo". Dijo el vividor con desprecio.
Los arrastró hasta que cruzó el círculo. Cuando lo había rebasado dos pasos un grito le hizo girarse y vio al falso que le estrellaba una piedra en su cabeza. El vividor tambaleándose, encañonó al falso y apretó los dos gatillos. Se había confiado pensando que no cruzaría el círculo. 

Cayó al suelo. La cabeza le sangraba abundantemente. No podía moverse. Antes de morirse recordó la voz: 

"Mi presente es tu mañana".


Toni Carrión

viernes, 3 de diciembre de 2010

Lluvia, llueve.





Las gotas picotean los cristales. En la calle gentes que se resguardan y pasajeros de la lluvia que caminan entre el agua. Ajenos al tiempo que haga en la calle está su casa.
Casa sin ladrillos,
sin paredes,
ni esperanzas,
donde la lluvia al caer suele calar
hasta el alma.







Toni Carrión

¿Dónde están las personas?





Me preguntó: ¿De qué pasta estamos hechos?, o dicho de otra forma: ¿Dónde están los hombres y mujeres que quieren vivir de pie y no de rodillas?.
Vamos con el "por favor señor, deme trabajo, por favor". Ya está bien, el trabajo es un derecho. Cualquier estado que sea honesto debe garantizar a todos la posibilidad de ganarse la vida con honradez.  Debe garantizar que nadie se aproveche de los más débiles. Que nadie sea explotado.
No todos hemos tenido la posibilidad de poder estudiar y tener el título colgado en la pared.  Muchos somos los que tenemos las paredes vacías, y nosotros, "los sin diploma" somos los que mantenemos esta puta mierda.  Hacemos lo que nadie quiere hacer, y a cambio, nos dan unas migajas y ningún reconocimiento.
¿A quién le gusta estar ocho horas, o nueve, o siete, o doce o más haciendo todo el día lo mismo? Así, mes a mes, año a año, a cambio de un salario que da para mal vivir. Das tu vida entera para recibir una frustración tras otra.
Lo natural es la no resignación y la rebelión ante lo injusto. Lo lógico y natural es ponerse en movimiento.






Toni Carrión

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Sé que estás ahí ...

Sé que estás ahí



Sé que estás ahí. Llevando la "utopía" de vivir respetando los demás adelante.
Sé que estás ahí, alucinando por lo que ves y lo que oyes. Sé que estás ahí, deseando que algo suceda, que algo se mueva, que alguien diga basta por tí. Sé que estás ahí, resignado, muriendo en tu apatía. Dejando que las noches sucedan a los días.
Yo también estoy ahí y quiero decir: "basta, ya está bien".
¿Quién quiere coger mi mano y unir su garganta a la mía, para gritar que así no?
¿No quieres sentir que aún puedes luchar? ¿No quieres poner la semilla para que nuestros hijos tenga un futuro alegre, lleno de vida y realización?, ¿o es que prefieres la frustración y las cadenas?
Nosotros, la buena gente, mantenemos esto. Tenemos buena voluntad, pero no somos idiotas.
Salgamos del rincón donde estamos metidos y comencemos la lucha. Nadie lo va a hacer por nosotros. Vivir así ofende.

Sé que estás ahí.



Toni Carrión

Toc Toc Toc Toc


Toc - Toc - Toc - Toc



Cuatro veces llame a la puerta,
Toc - Toc - Toc - Toc
¿Hay alguien? Pregunté.
Nadie contesto.
Toc - Toc - Toc - Toc
Volví a tocar.
!¿No hay nadie en el lugar?!
Volví a exclamar.
Toc - Toc - Toc - Toc
Doce golpes llevaba ya.
El silencio seguía valiendo, lo volví a intentar.
Toc - Toc - Toc - Toc
Dieciséis toques sumaba.
Era ya mucho llamar.
Esperaré un rato, no deben estar.
Aunque ahora tocaré con más fuerza.
Seguro que me oirán.
Toc - Toc - Toc - Toc
Veinte, veinte en total.
La puerta no se abrió.
La cosa estaba clara.
No debía estar.
San Pedro había salido, sin duda a almorzar.
Me sentaré un rato a esperar.
Cuando descanse, vuelvo a llamar.

El portero de las puertas del cielo, en volver, no puede tardar.

Dedicado a Bod Dylan.




Toni Carrión